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martes, 22 de febrero de 2011

A LOS QUE ESCRIBEN


Un día se me presentó en bandeja la posibilidad de participar en un certamen de narrativa corta. Cursaba COU. Pensé que aquella era “mi” oportunidad. Me empleé a fondo, todos los días, con ilusión y temor... hasta darle la forma definitiva a “mi” cuento. Insisto en el posesivo MI. Hay pocas cosas que nos pertenezcan tanto como las palabras que vamos desgranando hasta llegar a crear. Gané. Sí... ¡gané el concurso! Disculpad el desahogo, pero aún ahora me emociona el recuerdo de aquel premio. Ese estímulo me ayudó a entender qué significaba para mí escribir. ¿Era un pasatiempo? ¿Empezaba a ser una necesidad?

El meollo de lo que se denomina hecho literario radica en algo que cuesta explicar. ¿Por qué escriben los que escriben?. ¿Cómo se engendra, cómo nace ese momento en el que las palabras dejan de ser un instrumento cotidiano para convertirse en arte? Ahí van unas cuantas respuestas. Paul Aster: “A menudo me pregunto por qué escribo. No es sólo para crear obras hermosas o relatos entretenidos. Es una actividad que parece que necesites para sobrevivir. Me siento muy mal cuando no lo hago. No es que escribir me provoque un gran placer, pero es mucho peor si no lo hago” .Humberto Guzmán: “Cuando no escribo sufro enormemente”. Y Marguerite Duras: “Escribir a pesar de todo, pese a la desesperación.... Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos –sólo lo sabemos después- antes. (...) Si se supiera algo de lo que se va a escribir antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena”.

Escribir es viaje, misterio, necesidad. Estamos acostumbrados al tópico de que se escribe por placer, que también es cierto. Pero estas citas nos aportan algo nuevo. La necesidad, a menudo, está muy por encima del placer. Cuando menos lo esperas... durante un paseo, al intentar conciliar el sueño... se presenta, como surgiendo de la nada, el germen de una idea; y te agarra la mano, te arrastra y te dice: “¡escríbelo!”. Es un imperativo; por eso hay sufrimiento. Empieza entonces el combate entre el autor, lo que necesita decir y cómo quiere decirlo. Álvaro Mutis lo expone así:

“Cuando escritores, colegas míos cuya obra admiro, me dicen que sienten un placer infinito al escribir, no es que no los crea... es que me cuesta un trabajo horrible imaginar eso. Para  mí escribir es una lucha con el idioma. El pintor tiene un lienzo en blanco y lo va llenando de colores. Pero el lienzo está en blanco, entregado a él totalmente, a lo que él haga. El músico tiene una gama de sonidos, una manera de aprovechar esos sonidos. En cambio, los escritores nos las tenemos que ver con las palabras, con las que hablamos con el peluquero, peleamos con el taxista, discutimos con el amigo; hacemos una vida diaria que gasta y desgasta las palabras. (...) Entonces estas palabras, cuando se unen a otras en una forma inesperada toman un brillo especial, saltan y se escapan de esa cosa usual, gris, cotidiana... Ahí está el sufrimiento: en buscar la otra palabra, la manera de usar algo que está gastado y usarlo como nuevo”.

Necesidad y sufrimiento. Sufrimiento y placer de escribir. Binomios con dos caras que parecen antagónicos. No lo son. Esa idea que lleva siglos dormida y despierta sin avisar; aquel aroma antiguo que nos evoca una sensación o nos catapulta hacia un rincón de la memoria que quisiéramos retener en una fotografía instantánea; una escena que desearíamos volver a vivir de forma distinta, con personajes distintos, con un final distinto; la imagen dolorosa de un niño hambriento o la dulzura que emana de una mujer embarazada, que parece que se escapa y ni se sabe qué daríamos por inmovilizarla en la retina; y la fugacidad de la vida y lo eterno, lo razonable y lo absurdo, la libertad y nuestras prisiones imaginarias, la realidad y el sueño.... Todo aquello que exige una vida propia y  proyectar su propia sombra... y que te dice machaconamente: “¡escríbelo!”.

Seguramente la necesidad es algo parecido a eso... Y sin necesidad de contar no hay relato, no hay poesía. Sin necesidad de “dar a luz” no hay escritor. Quizá ahí estriba la diferencia entre el que hace literatura y el que solamente domina la técnica. Es ese punto de genialidad que capacita al escritor para enfrentarse a la hoja en blanco, solo ante el papel y un mundo que espera ser creado; un mundo que cobra vida, muchas veces al margen de lo que el escritor había planeado. Y empieza la lucha , la desesperación por no lograr decir lo que se quiere decir, por decir algo que no estaba previsto y tener que volver a reinventar, el bloqueo porque hay algo que falla e impide continuar. En definitiva, el pulso del hombre con la palabra hasta que consigue transformar lo vulgar y anodino en obra de arte.

SUNSI ESTIL-LES FARRÉ
50 AÑOS

6 comentarios:

  1. Ohhhh, esto lo ha escrito alguien que sabe muuucho, me parece a mí. Precioso, sea quien sea el sí-sí.

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  2. Escribir,diría, es incluso irónico. Me he quedado principalmente con lo de las cárceles imaginarias. Me llama la atención lo expeditivo que me resulta el acto de escribir y lo íntimo que, en definitiva, es. Es creación por cuanto es invento y cambio. Y cambio, no siempre, con resultado explícito o implícito. Invento no siempre innovador o inventado realmente.

    A veces escribo. Escribo con frecuencia. Pero no siempre lo hago de verdad. Sé por qué escribo y sin embargo me acosa la idea de que la composición de mis palabras no debe ser nueva, puesto que seguro que hubo alguna persona en el mundo que usara las mismas palabras, en el mismo contexto, con la misma intención y, seguro, con la misma forma.

    Escribir es un tema que da de sí. Pero personalmente, no me importa especialmente por qué escribo. No es un anto de importancia metafísica para mí. No en cuanto a mí. Me preocupa más el hecho de no poder escribir -de verdad- a veces, durante largas épocas incluso.

    Me interesa incluso más la red que une a todos aquellos que, usando o no las mismas palabras, conforman a través del tiempo una sociedad literaria.

    Me fascinan los escritores porque hacen lo mismo que hago yo. Porque piensan, pensaron o pensarán muchas de las cosas que yo pensé, pienso o pensaré. Pero sobretodo porque somos un continuo espacio-tiempo y enmarcamos a nuestra manera una civilización. Somos trascendentes. Como todos, porque escribimos sobre lo que tenemos en nuestra cabeza, que no deja de contextualizarse en lo que hay en el exterior.

    Las palabras son la clave del tiempo.

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  3. Sunsi, me alegra que ganaras ese concurso y estaríamos encantados de leer ese relato.

    Esta entrada tiene da pie a muchos matices que merecen ser abordados...
    Me gustaría concentrar la atención de mi escritura en algo que mencionas y habrás comprobado que acabo de mencionar “mi escritura”, efectivamente siempre es personal e incluso irreproducible, intrasferible tal vez.

    Un aspecto que me llama la atención cuando escribo, es que no me puedo engañar a mi mismo; por mucho que utilice un estilo, distorsione una realidad que describo, o relate el mas ficticio de los cuentos, allí me encuentro yo, en la soledad de mis palabras. Como la escritura tiene un fundamento de reflexión, un cierto orden y auto inmediata corrección (cuantas veces le damos a la tecla del retroceso) me resulta imposible no ser yo mismo. Sería algo como de esquizofrenia escribir y no reconocerse; por eso no solo corroboro ese “mi” que acompañas a la escritura , sino que además sostengo que escribir no deja de ser un acto de acercarse a la verdad que deambula en mi mente, cuando tratas cualquier aspecto con un mínimo de seriedad.

    Tanto es así que incluso puedo sentir cierto pudor cuando te estoy contando esto, pues al escribir no dejo de sentir este cierto encuentro de mi verdad, y por supuesto con migo mismo. Sunsi, perdona este acto de cierta transparencia si lees estas lineas, pero no deja de ser lo que pienso, que tu leas lo mismo a lo que yo escribo es otro cantar, que despierte cierto interés en el lector no deja de ser una dicha, y si encima tiene un poco de “arte”... sería Literatura tal vez.

    El viaje de lo que transucurre en mi mente,y llega en formato de palabras, reconozco que es una pequeña lucha y exige un esfuerzo , tedioso tal vez ; “batalla” que, si logra transmitir y gustar al lector (quien escribe es el primero) da conformidad a mis pensamientos, y por supuesto provoca cierta satisfacción.

    Un abrazo, Sunsi … Ánímos a los SI-SI.

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  4. Yo no tengo palabras. Yo no sé escribir.

    Siempre me gustó escribirlo tooodo. Gané concursos en el colegio, y después en el instituto. Pero yo no sé escribir.

    Os leo porque os admiro. Me impresiona vuestra forma de narrar hasta lo más insignificante. Cada uno con su tema es capaz de dar alas a mi imaginación.
    Yo nunca pienso lo que escribo, o sí, pero una vez escrito.
    Un texto de cosecha propia siempre tiene detalles de su autor. Es como la casa donde uno vive, y que vamos llenando con pedacitos de nosotros mismos. Puede ser la historia más rocambolesca del mundo que, siempre estará escrita por una persona, por un alma con papel y lápiz (o teclado y pantalla...jajajaja) que le dará su "toque personal".

    Me gusta escribir, es mi válvula de escape.
    Bicos

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  5. Os he contestado a todos... Vamos, casi una epístola. Y no sé qué tecla he tocado que se ha ido el comentario ...aggghhhh...

    Resumo... ¡Qué voy a resumir! Es imñposible. Os he contestado uno por uno. A lolo (gracias,colega); ... a Dámaris, que es ESCRITORA; a Carmina diciéndole buffffff y que creo que debería ser un post SÍ-SÍ; a Tomae, al que entiendo tanto todo lo que explica y que lleva más razón que un santo...;y a leles, que no sé por qué dice "no sé escribir"... Pues yo soy de Marte.

    Perdonad. Soy incapaz de volver a reproducir el comentario entero. Muchas gracias por entrar en esta casa, tan limpia y nuevecita, con unos habitantes muy jóvenes y con muchos proyectos.

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