Mientras unos recorren 5 km para recoger agua contaminada y así poder beber, yo me quejo de tener que tirar la basura enfrente de mi casa.
Me quejo de tener que comer pescado o verdura el viernes de Cuaresma, cuando hay gente que ni siquiera tiene un jugoso rape en su plato.
Llamo a mi madre pesada porque me insiste en que tenga ordenado mi cuarto, mientras hay niños huérfanos que no reciben ni un beso de buenas noches.
Mientras un niño de 7 años está atento a las órdenes de un extranjero para hacer bien su trabajo en una cantera, yo me pongo a jugar al ordenador porque la clase de 3 horas de Economía me resulta pesada.
Me desespero al recordar que he perdido los ejercicios resueltos y tengo que volver a hacerlos, mientras millones de japoneses tienen que rehacer sus vidas a causa de un tsunami.
Sufro al pensar que no puedo jugar al fútbol durante 3 semanas por un esguince, cuando hay personas que no pueden hacerlo el resto de su vida al perder una pierna al frente de una guerra al que ni siquiera querían ir.
No le sonrío a mi novia a pesar de que me insista porque estoy molesto por una tontería, mientras hay madres que sonríen a sus hijos para evitar que la vean triste a causa de que su esposo les ha abandonado.
Casi siempre que nos ocurre algo en la vida, lo vemos desde una perspectiva negativa. ¿Por qué? Porque nos fijamos en las personas que, aparentemente, lo tienen todo. Me comparo con aquella persona que tiene un cuerpazo mejor que el mío, en aquel famoso que tiene 10 cochazos y tres mansiones, en el amigo que tiene a cinco “tías” detrás, en el vecino que tiene a una sirvienta que se lo hace todo… pero cuando nos fijamos en aquel niño pobre de África, ¿por qué no me quejo de que él no tiene la comida que yo tengo cada día?; y si nos fijamos en el japonés que lo ha perdido todo por el tsunami, ¿por qué no sufro al ver que él ha perdido a toda su familia? Y sin ir tan lejos, me bajo a la calle y veo a un vagabundo refugiándose de la lluvia en el porche… ¿por qué en ese momento no me molesta que él no tenga una casa como la mía?
Casi nunca le agradecemos a Dios por las muchas cosas buenas que nos pasan; en cambio, nos quejamos mucho de las pocas cosas malas que nos suceden. Y todo porque nos comparamos con las personas equivocadas. Los que aparentemente lo tienen todo, no tienen nada. En cambio, las personas sencillas y humildes, que parecen no tener nada, lo tienen todo: fe, esperanza, amor, paz, fortaleza, etc. En ellos nos tenemos que fijar. De este modo nos quejaremos menos y creceremos como personas y no como animales.
Aquí tenéis un vídeo de una canción que expresa la realidad de lo que ocurre hoy en día. Creo que nos ayudará a fijarnos más en la gente sencilla que sufre en silencio y a quejarnos menos de nuestras pequeñas cosas.
¿Y ahora, te seguirás quejando de las pocas cosas negativas que te ocurren? Por desgracia, yo sí, porque soy así de desagradecido. Pero eso no quita que luche para quejarme menos y así crecer como persona…
PD: ¡Un paso para cambiar al hombre del espejo!